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Solemos pensar que tenemos vitalidad o energía cuando nos sentimos “super” bien, no paramos de hacer cosas, la adrenalina está muy alta o vamos a toda mecha sin sentir el cansancio. Pero esta vitalidad es engañosa porque se agota rápidamente y nos agota extremadamente. Es el resultado de vivir desde los extremos. Esta sociedad vende sin escrúpulos velocidad-inmediatez-placer. En esta tríada no hay espacio para el sentir. El sentir pide quietud, y la quietud se encuentra en espacios de energía de centro. Este espacio, por cierto, es amplio, dinámico y nada aburrido.


Además, estamos más acostumbrados a sentirnos vitalizados por la agitación de la mente que por la quietud de los pensamientos. La primera es una falsa vitalización, aunque nos produzca excitación y un frenesí que nos hacen creer que estamos muy vivos. Es falsa porque nos desconecta del cuerpo físico y nos quedamos fragmentados del sentir (ya sea de las sensaciones, pero también de las emociones que emergen con su parte mental). Esta primera y falsa vitalización se basa en el hacer, hacer, hacer (también tiene su variante igualmente inmovilizadora en el pensar, pensar, pensar) en detrimento del sentir.

Cuando sentimos, lo sentimos todo, no solo lo agradable, sino también aquello que nos puede doler. Por eso no queremos sentir. La primera vitalización, la falsa, es mentalista, y se caracteriza por la razón analítica que mueve gran parte del mundo hoy en día, y que hemos heredado de una visión cientifista y cartesiana. Como la razón elige, interpreta y separa, podemos, hasta cierto punto, decidir no sentir, o postergar o negar aquel sentir que no queremos experimentar en la vida. O quedarnos solo en un extremo del sentir: ya sea el extremo “guay”, ya sea el extremo depresión.

Estar en un extremo es muy desequilibrador porque nos estancamos en un polo energético, y sabemos que el principio universal que rige todas las cosas se basa en la ley del equilibrio dinámico de la energía dual complementaria. Podemos estar en un extremo o en vaivén de los extremos un rato, ora excitados ora deprimidos, pero va a funcionarnos hasta cierto punto. Llega un momento en el que la negación del sentir, por máxima contención, represión, autonegación, acaba explotando y saltando por los aires en forma de enfermedad.

Un claro BENEFICIO de vitalizarnos desde el centro es que nos sentimos EQUILIBRADOS sin tener que hacer piruetas. 

Una eficaz MANERA de vitalizarnos desde el centro es con un ENTRENAMIENTO EN HÁBITOS de vida saludable en Alimentación, Movimiento y Pensamiento. 

Para mí, la vida es este entrenamiento. No lo hago desde el esfuerzo, pero al principio, hasta que no se ha integrado, sí que pide comprensión y práctica. Por eso es buena idea hacerlo acompañadas/os. El Arte de cuidArte te acompaña en tu proceso de cambio de hábitos.  O lo que es lo mismo, te acompaña en tu SALUD 

“Si tus hábitos te desvitalizan, no son hábitos de vida”

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