No existe nada más desequilibrador que malentender la esencia del equilibrio.
Para explicar esta afirmación, parto, una vez más, de la perspectiva energética basada en los pares opuestos y complementarios. O, lo que es lo mismo, de las leyes de la Naturaleza que se manifiesta en dos fuerzas interrelacionadas y dinámicas (Yin y Yang, expansión y contracción) asegurando la vida en su dinamismo cíclico y cambiante.
Está previsto en la Naturaleza un movimiento pendular o de balanceo permanente entre estas fuerzas opuestas o extremas, siendo lo que ocurre entre ellas crucial para la vida, pues se trata de una fuerza más estable por su tendencia o dirección energética de centramiento.
No se trata tanto de una tercera fuerza como sí del resultado de las dos anteriores creando armonía. Nadie diría que el día o la noche son desarmónicos. Lo sería la permanencia de aquel o aquella las veinticuatro horas del día. Que la jornada transite en su luz y temperatura, eso es energía en armonía. Por tanto, siempre dinámica, siembre cambiante, porque siempre está transitando y transformándose. Sería absurdo imaginar un centro inamovible, estático. No estaríamos entendiendo la esencia del equilibrio.
Pensemos en una de esas atracciones que encontramos en ferias y parques temáticos y que suelen conocerse como “el barco pirata”. Su movimiento oscila entre un extremo y el otro, alargando la suspensión en un polo u otro para crear la intensidad, el frenesí de la ingravidez, con la consiguiente segregación de la adrenalina que genera estar colgados por unos instantes en un lado para, segundos después, iniciar el descenso y retomar la curva ascendente hacia el otro lado. Se trata de un vaivén de alerta excitada, eso sí, “bajo control”. Estar bien sujetos evita que echemos a volar, por decirlo eufemísticamente. Y que sea veloz y dure poco la experiencia evita que ésta pierda emoción, interés, intensidad, es decir, hace que nos enganche y tengamos ganas de más.
En lo rápido, el aburrimiento pasa más desapercibido. Y así vamos buscando y sumando experiencias que nos garanticen que el sentir también puede pasar desapercibido.
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Pero nada(r) es lo que parece.
Para nadar necesitamos un mínimo balanceo lateral del cuerpo, así como el aleteo de los pies y el movimiento de los brazos. Y si nos ponemos técnicos, con cada estilo, una forma determinada de movimiento. ¿Aburrido?
También necesitamos que el binomio flotabilidad-gravedad dialoguen entre sí, brazada a brazada, respiración a respiración. ¿Repetitivo?
Nadar, más allá de una práctica deportiva, es una experiencia muy ilustrativa de lo que yo llamo “el movimiento total” o “la nada” en el cuerpo sentido. Pues siendo dos las partes que caracterizan el movimiento: la contracción y la expansión, o dos los adjetivos que califican el movimiento: contractivo y expansivo, al nadar repetimos tantas veces como brazadas respiratorias accionamos esta ley de la naturaleza del movimiento total que permite el nado en los humanos. Si fuéramos aves, escribiría “alazadas” por brazadas.
Pero es que, lo que sucede entre una brazada y otra es lo mismo que acontece en la atracción del barco pirata, en el tránsito entre su proa y su popa. Y es que, los “entre” son el lugar donde se cocina realmente el arte del equilibrio. Para ser más precisa, el arte de equilibrar el equilibrio, que gustosamente perdemos porque lo entregamos en cada extremo pendular, en cada brazada lateral. ¡Que nos sostengan!, ansiamos, aunque solo sea unas décimas de segundo.
Es muy emocionante sentir cómo el cuerpo se predispone a ir a nadar, incluyendo la pereza o resistencia a hacerse cuerpo y tener que bajarse de la mente por un rato. Retomo la frase, es muy emocionante ir a nadar, pero también lo que sucede después de una sesión de natación, cuando el cuerpo irresistiblemente ya es otro. Y entre el ir y el salir, de nuevo acontece la experiencia del entre o el durante, que es el verbo hecho gerundio: nadando.
Si has tenido experiencia de nadar y solo nadar y nada más, me entenderás si te digo que se abre una experiencia difícil de explicar con palabras, pues roza eso que damos en llamar la nada. Como cada uno lo entienda. Para mí, tiene mucho de estar tan suspendida como enraizada, a la vez y sin esfuerzo, blandamente y al mismo tiempo con determinación. Y segura. Sobre todo, segura.
Cuando cierro los ojos y los abro, y bajo mis gafas de nadar veo la larga línea azul, indeleble, pintada sobre las baldosas, también azules, me pregunto si lo que busca mi cuerpo es rememorar insistentemente ese lugar-no lugar donde la nada era yo con mi madre. Y donde yo era, sin la conciencia de lo que sí sabría con el tiempo, un lugar de más de una y de dos.
Nadar me equilibra porque me pone a dialogar con los movimientos de mis aguas internas presentes, pasadas y por llegar. Sumar largos es repetir o habitar algo que me acerca al verbo ser y que se parece al cuidarme, al reequilibrarme.
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Recordaba en el artículo pasado que los hábitos de cuido, según la lógica y narrativa del Arte de cuidArte, se caracterizan por ser fuente de nutrición gracias al equilibrio dinámico. Los extremos siguen existiendo, pero no se niegan o demonizan. Se acepta su existencia como fuente de aprendizaje y se pone el foco en la vivencia del centro como lugar no fijo ni predefinido, donde cada individuo crea su propia experiencia en función de sus circunstancias, vivencias pasadas y potencial inherente homeostático.
Decía unas líneas más arriba que buscamos y sumamos experiencias que nos garanticen que el sentir pueda pasar desapercibido. La comida es una de las experiencias más buscadas. Pero nada(r) es lo que parece, y queriendo insensibilizarnos con ciertos alimentos, la manera de comerlos y su cantidad, resulta que acabamos hipersensibilizando nuestro desequilibrio.
Existen alimentos que no equilibran, aunque aparenten que sí.
- La industria alimentaria no equilibra.
- Lo excesivamente palatativo no equilibra.
- Buscar en la alimentación el estímulo que nos falta fuera de la comida no equilibra.
- Comer más cantidad de lo que realmente necesitamos no equilibra.
- Masticar poco y mal no equilibra.
- Frecuentar diariamente alimentos de energía de extremo no equilibra.
Lo que no equilibra, nos empobrece, debilita y confunde. Entonces, buscamos no sentir el dolor que produce estar empobrecidos, debilitados y confundidos. Y la rueda de la enfermedad gira y gira con la palanca empuñada en nuestras manos.
Salir de esta rueda pide tiempo, dedicación y no sentirnos solos. Cuando el dolor es intenso, primero necesitamos que se exprese y alguien lo pueda escuchar y acompañarlo. El Arte de cuidArte es un acompañamiento en el dolor que causa el desequilibrio y la falta de energía física, emocional y mental. Y se parece mucho a salir a nadar (acompañada) en aguas abiertas donde la sal escuece, pero también cura.
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Lectura recomendada para la noción de alimentos equilibradores, alimentos desequilibradores:
https://www.arte-de-cuidarte.com/la-energia-de-los-alimentos-1a-parte/
https://www.arte-de-cuidarte.com/alimentacion-energetica-la-energia-de-los-alimentos-2a-parte/
https://www.arte-de-cuidarte.com/el-equilibrio-equilibrador/
https://www.arte-de-cuidarte.com/alimentacion-equilibrada-y-equilibradora/
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Imagen: The Art of Swimming: Illustrated by Forty Proper Copper