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Veníamos del artículo sobre la Relajación y la Contracción, el binomio responsable de la tensión sana y necesaria para el equilibrio del ser humano. Y veíamos que sin tensión, el potencial de vida no tiene resorte ni impulso motivador ni salida; y sin potencial, la motivación no tiene fundamento ni origen ni utilidad.

Podríamos también explicar el equilibrio tensor como el resultado del contrapeso entre las fuerzas opuestas (complementarias), y que asegura el mantenimiento de las reservas vitales.

Cuando el patrón tensor y su intensidad (únicos y diferentes en cada persona) están en armonía y equilibrio, la energía se recupera y se expande. Así funciona la Salud. Pero cuando hay agotamiento por desequilibrio, éste puede deberse a un patrón tensor de sobrecarga por exageración. El resultado es un estado deficitario que se expresa en cansancio (es la señal de “hasta aquí hemos llegado”). También puede darse un agotamiento por carencia. En cualquier caso, son dos expresiones de extremo que concluyen en lo mismo: la falta o el desgaste desequilibrador de la energía.

Cuando esto sucede, aparece la necesidad de replegarnos, retirarnos para conservar la energía que nos queda (impulso de supervivencia y ahorro energético). Incluso separarnos de todo aquello que supone una amenaza para dicha conservación. Pero esto, por sí solo, no asegura la recuperación de la energía.

 

¿Se puede revertir esta situación? ¿Se puede restaurar la energía en desequilibrio? ¿Qué podemos hacer?

Pues mucho, poco o nada, según a quien leas, o desde qué lugar te lo cuenten (o te lo cuentes tú), o con lo que tú vibres y resuenes. Yo te propongo algo que tiene más que ver con dejar de hacer y con hacer de otra manera:

  • Deja de hacer aquello que roba o paraliza tu energía. Sin energía es más difícil hacer las cosas de otra manera distinta a lo conocido. Y sin energía es también más difícil estar en contacto con el sentir.
  • Prueba a parArte un poco, no lo hagas de golpe (¡a no ser que te vayan las emociones fuertes!).
  • Prueba a observar las dos columnas que recorren tu cuerpo de arriba abajo y de abajo arriba: la columna vertebral y la columna digestiva. Si lo quieres leer más poético, las dos columnas que conectan tu cielo y tu tierra, tu tierra y tu cielo.

Te propongo ir a parar a estos dos “espacios” porque se trata de dos estructuras corporales. Y es muy eficaz atender aquello que sucede en el cuerpo para entrenar la escucha de las señales que provienen de uno mismo.

Tal y como vivimos nuestra salud, así miramos y conformamos el mundo que nos rodea

Estas dos columnas son dos estructuras internas que evocan formas tubulares en paralelo y en permanente diálogo. También nos recuerdan que las partes del cuerpo se interrelacionan, se reflejan y, en última instancia, son la misma cosa.

Nada vive y respira aislado

A veces, cuando nos centramos en una comprensión informativa parcelada, tendemos a disociar, fragmentar el cuerpo. Esto es así porque la función del ego es la de separar (¡divide y vencerás!). Y lo único que hacemos es debilitarnos y enfermarnos.

Todo en nuestro cuerpo está en constante diálogo, relación y estado de cooperación

Sé que esto lo hemos leído decenas de veces, pero parece que no es suficiente leerlo para que cale más allá de una mente acumuladora y consumidora de datos. Si nos ponemos a respirar con más conciencia (aquí y ahora) y más ampliamente, podemos sentir ese diálogo, relación y cooperación de las diferentes partes del cuerpo. Lo que le sucede a la cadera, por ejemplo, puede ser un eco de lo que le sucede a la base plantar; lo que le sucede al hígado, puede ser un eco de lo que le sucede a los intestinos, etc.

El cuerpo tiende siempre a la salud para asegurar la vida (principio homeostático). Y lo que asegura la vida es la energía en equilibrio que posibilita el movimiento equilibrado, dinámico y flexible.

Por lo tanto, estos dos tubos son canales por donde discurre la energía. A veces, me habrás oído decir, no es que tengamos o no energía, se trata más bien de si la tenemos o no disponible. Pero si soy más precisa, diría que ni siquiera es una cuestión de disponibilidad, es que somos energía. Por eso estamos vivos. Y por eso mismo, los dos tubos o canales energéticos sobre los que hoy escribo son “pilares para la vida”.

Si a esto le añadimos que la energía ni se crea ni se destruye, se transforma, podemos concluir que estos dos tubos son canales de transformación de la energía que somos, asegurando el principio básico de la vida y su impermanencia (cambio y transformación constantes).

Veníamos de respirar con más conciencia (aquí y ahora) y más ampliamente. ¿Para qué? Para sentir la energía que corre por los dos tubos o pilares para la vida. Cuanto más podamos observar cómo se relacionan y cómo funcionan en nosotros, mejor podremos comprender cómo está nuestra energía.

No es indispensable, creo yo, cursar estudios en anatomía digestiva ni entrar en detalles muy técnicos sobre la biomecánica de la columna vertebral. Pero sí que se hace necesario, tarde o temprano, saber cómo siente nuestro cuerpo. Estos dos tubos hablan mucho de ello. Así que vamos a sacarnos el título <<sentir nuestro propio cuerpo y la energía que somos>>.

Podemos rescatar los apuntes del colegio o nuestras lecturas autodidactas, pero sobre todo podemos levantar la cabeza y observar la naturaleza que nos rodea y el movimiento natural de otros seres vivos.

La columna vertebral o raquis es una estructura ósea y cartilaginosa. Está formada por vértebras (esta es la parte ósea): siete vértebras cervicales, doce dorsales y cinco lumbares, más el sacro y el coxis. Entre vértebra y vértebra o alternadas con estas hay discos intervertebrales o espinales (esta es la parte cartilaginosa).

La parte ósea de la columna vertebral le aporta resistencia. La parte cartilaginosa de la columna vertebral le aporta flexibilidad.

El raquis no es un eje recto, sino curvo, hace una doble S. A mí me recuerda a una serpiente cobra invertida (siendo la cabeza la zona sacra). También tiene una forma ligeramente sinuosa en su lateralidad. Gracias a esta forma sinuosa y a las funciones de resistencia y flexibilidad, el cuerpo consigue el equilibrio.

La columna digestiva, o tubo digestivo procede embriológicamente del endodermo, al igual que el aparato respiratorio (no es casualidad). Mide entre diez y doce metros de longitud, se inicia en la cavidad bucal y termina en el ano. A su paso se encuentra con la faringe, el esófago, el estómago, el intestino delgado y el grueso.

El tubo digestivo forma parte del aparato digestivo que incluye las glándulas anexas (glándulas salivales, hígado, vesícula biliar y páncreas). Y está al entero servicio de la digestión.

En su estructura a lo largo del tronco, el tubo digestivo se sitúa por delante de la columna vertebral y atraviesa las tres grandes cavidades del cuerpo: torácica, abdominal y pélvica relacionándose, por tanto, con los pulmones y el corazón, el abdomen y la pelvis y el aparato genitourinario.

Como en todo saber, si no lo llevamos a la vivencia corporal se queda en un cúmulo de datos fríos e inexpresivos. La experiencia se consigue saliendo al encuentro de nuestro cuerpo a través de la respiración. Más respiramos, más vivos nos sentimos. Dicho de otra manera, un cuerpo respirado es un cuerpo más vivo, energético, flexible y disponible. Es decir, más oxigenado.

Donde hay oxígeno, hay nutrición

De eso se trata, de llevar oxígeno (alimento) a todas las células de nuestro cuerpo a través de las “autopistas” o vasos sanguíneos (arterias, venas y capilares). Para los perezosos, no hay que alarmarse, el cuerpo lo hace en automático porque inhalar y exhalar se encuentra entre las funciones inherentes a la biología humana.

Pero si aspiras a responsabilizarte de tu salud, entonces respirar más y mejor te ayudará extraordinariamente en la experiencia vincular-relacional que es el cuerpo y su capacidad restaurativa de la energía. Y muy especialmente para esos momentos (que los hay y los habrá, o ya lo has vivido) en los que el cuerpo se ha desequilibrado porque dejaste de cuidarlo, o no supiste cómo atender las señales que te dio.

 

¿Ponemos a sentir nuestras dos columnas?

Empezar a observar estas columnas o tubos es abrirse a sentir. Para ello, detenerse es necesario. Necesitamos aquietar la agitación y el ruido que se interpone entre nosotros y nuestro sentir.

Te propongo la siguiente acción para el sentir:

Busca una postura de pie o sentado en la que tu espalda no toque la pared ni el respaldo de la silla. Puede ser en el suelo con las piernas cruzadas, puede ser en una silla con las plantas de los pies en contacto con el suelo. También puedes estar tumbado en el suelo, pero esta variante en la que la espalda sí está en contacto con una superficie, te la propongo para cuando estés más entrenado.

Cierra los ojos suavemente.

Toma conciencia de tu cuerpo a través de la respiración, y observa el vaivén de la inhalación y la exhalación. No busques ni fuerces ningún patrón respiratorio en concreto, deja que el vaivén de ambos movimientos se vaya produciendo de manera orgánica.

Visualiza tu columna vertebral, como tú te la imagines, esto dependerá de las referencias visuales que tengas almacenadas en tu disco duro. En cualquier caso, dibuja algo con forma de tubo largo.

Respira.

Igualmente, visualiza tu columna digestiva. No te abrumes si no sabes por donde cae la vesícula biliar, el esófago, el páncreas, etc. Tan solo recuerda que el aparato digestivo es también boca y lengua y que junto con el resto de órganos implicados en la digestión, están contenidos en algo con forma, también, de tubo largo.

Respira.

Sitúa tu columna vertebral y digestiva fuera de ti: detrás y delante, respectivamente.

Respira.

Ahora empieza a visualizar estas dos columnas tubulares en movimiento sinuoso y acercándose a tu cuerpo, cerca de tu piel.

Respira.

Casi tocan tu piel.

Respira.

Siguen moviéndose, imantadas entre sí, y penetran en tu cuerpo. Las dos columnas están ahora dentro de tu cuerpo, una frente a la otra.

Respira.

Es posible que la visualización haya dado paso a un sentir más directo de las sensaciones. Esto es porque la respiración es una eficaz llave de entrada al espacio de las sensaciones burdas y sutiles.

Sigue respirando.

Sigue sintiendo cómo las dos columnas se tocan, se abrazan, y se funden en Una (de los dos pilares de vida has pasado a Un pilar de vida: el subtítulo de este artículo).

Respira.

Este pilar de vida es un eje que conecta tu arriba y tu abajo (cielo-tierra) y la energía empieza a fluir en los dos sentidos o direcciones.

Respira.

No le des mucha bola a las expectativas de cómo tendría que ser esta experiencia. Yo sólo sugiero un posible camino entre millones de variantes. Retirada la expectativa, y también aceptando que la mente va a visitarnos, observa cómo fluye la energía, también en un movimiento que va más allá del canal vertical.

Según mi experiencia, cuando este fluir continúa en un movimiento ampliado a lado y lado, más en la línea (curva) del horizonte, es que se ha obrado lo que yo llamo “la sorpresa del milagro de la vida”: tu corazón ha salido a tu encuentro. Y en ese encuentro cabe lo de fuera.

Respira.

Descansa en la calidez del corazón, donde sí puede darse el verdadero descanso y restauración de tu salud.

Abre los ojos suavemente.

Respira.

 

Repítelo en otro momento del día o al día siguiente. Y conviértelo en tu hábito de salud.
Si te apetece, cuéntame cómo te va.

Respirar te habita. Y si te habitas, te nutres.

                                                                                                           

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