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La energía ni se crea ni se destruye. La energía se transforma

Cuando decimos que no hay energía en un cuerpo (humano o animal), en realidad estamos diciendo que no hay energía disponible. Esta matización es sumamente importante pues la vida es energía y la energía es vida. Los muertos no tienen energía porque no están vivos (materia inerte).

Esta aclaración explica que podamos vivir con poca energía (disponible), y tenga como consecuencia el desequilibrio (o la enfermedad), pues el potencial de vida está refrenado.

El desequilibrio manifiesto en un organismo se expresa a través de señales (los síntomas). La medicina occidental usa los síntomas para establecer un diagnóstico. Atender las señales está muy bien. Significa que el cuerpo puede expresarse y esto hace posible la escucha. En este sentido, siempre lo digo, es una buena noticia porque nos da la oportunidad de atender aquello que está impidiendo que la energía fluya correctamente (y que las funciones orgánicas desempeñen su labor de reajuste, bienestar y equilibrio o armonía: homeostasis). Las personas a las que acompaño lo saben, pero también tienen sus resistencias defensivas porque la integración de una transformación pide su tiempo. Esto es normal y forma parte del proceso.

Ahora bien, atender las señales (y establecer un diagnóstico para aplicar un tratamiento clínico) sin ir a la raíz del problema es insuficiente. Es quedarse a medio camino del mensaje de la señal, es una especie de parche para seguir tirando con una energía que ha podido ser restaurada en la superficie, pero cuya raíz sigue embotada o estancada o atrapada. Esconderla como si no pasara nada, no es la solución.

La salud en mayúsculas es poder ir a la profundidad del síntoma que nos va a poner sí o sí en contacto con la sombra. La sombra es sombra porque no ha podido recibir la luz para ser iluminada. Esto que puede sonar a perogrullo es puro sentido común. El sentido común es el principio vital y base del sentido de la polaridad.

Sentirnos culpables por estar enfermos carece de sentido (y de inteligencia). Significa que somos aún ignorantes y que nos seguimos moviendo por la conciencia egoica que clasifica y separa porque su función es defensiva (salud = bueno / enfermedad = malo). Para comprender el misterio de la salud necesitamos una conciencia entrenada y despierta, más elevada o ampliada. Me explico.

Lo que venimos en llamar enfermedad es la posibilidad que se nos ofrece para andar el camino hacia la salud. La enfermedad es por tanto el camino de la salud. Los seres humanos somos enfermos, no estamos enfermos (sí, lo sé, estamos acostumbrados a pensarlo al revés). Todas las personas somos enfermas porque todas somos salud. Las personas tenemos el potencial del equilibrio que es algo dinámico, o sea cambiante, en movimiento, en transformación. La energía ni se crea ni se destruye, la energía se transforma. La transformación es movimiento.

Aceptar que podemos enfermarnos es admitir que podemos sanarnos, y vivecersa, vivir en salud es asumir nuestra impermanencia. Una vez más, son las dos caras o laderas de la misma montaña. Sin una no podría existir la otra. Querer quedarnos solo con una parte de la montaña es ir contra el principio de unidad de la Naturaleza.

Para concluir la reflexión de hoy, la salud no tiene que ver con no ponerse nunca enfermo, tiene que ver con:

Saber cuidarse y poner a dialogar profundamente los cuerpos que somos y existimos

 

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